Las necesidades diarias de calcio varían de una persona a otra, según la edad, el sexo y las condiciones fisiológicas. En adultos 800 mg, en niños (hasta 10 años) 400-500 mg, en adolescentes 1000-1300 mg, en ancianos 1000 mg, en mujeres embarazadas y en lactancia materna 1200-1500 mg. Junto con la vitamina D sinérgica, el calcio es esencial para la constitución del sistema esquelético desde los primeros meses de desarrollo fetal, de ahí que la necesidad aumente durante el embarazo y la lactancia. Luego, después del pico de madurez esquelética (entre los 20 y los 30 años), la densidad del calcio en los huesos comienza a disminuir gradualmente. Si falta calcio en los primeros años de vida, los problemas principalmente se relacionan con la estructura ósea, que presenta una densidad mineral reducida, con riesgo de deformación ósea y raquitismo. Si no hay un aporte adecuado de calcio mediante la nutrición, las dolencias varían desde la simple presencia de calambres musculares (incluso a nivel abdominal) hasta hormigueo en los dedos, dolor de cabeza y lapsus de memoria, irritabilidad y nerviosismo. También puede causar desde piel seca, uñas quebradizas y caída del cabello, hasta disfunciones reales del aparato osteoarticular, como dolor óseo, fragilidad y riesgo de fracturas, caries dentales, descalcificación ósea en ancianos y osteoporosis en mujeres menopáusicas. El exceso de calcio se elimina a través de las secreciones corporales, es decir, heces, orina y sudor.